Podríamos empezar estas reflexiones con un proyecto en las antípodas del Museo de la Evolución Humana: el Museo de la Creación de Kentucky. Este museo fue fundado en 2007 y su misión educativa es exponer la historia de la Tierra de acuerdo con la Biblia, y en oposición a las teorías científicas que explican el origen del mundo, de las especies y del ser humano. El museo complementa su visita con la reproducción de una gigantesca Arca de Noé situada en medio de un parque tematizado, construida por carpinteros amish e inaugurada en 2016. Su discurso anti-evolucionista está enraizado en un fundamentalismo cristiano de larga tradición, en el que se mezclan religión, ciencia, preceptos morales y juicios sobre la libertad de enseñanza en los colegios públicos, que, en algunos momentos de la historia estadounidense, ha dado lugar a una verdadera guerra cultural.
Para los creacionistas, la Tierra fue creada por Dios en seis días, entre 6.000 y 10.000 años atrás, una periodización forzada por la interpretación de la Biblia donde se trata de encajar a dinosaurios, fósiles, Adán y Eva, Noé y el diluvio universal, con vistas a “reconciliar” algunas evidencias científicas con el texto religioso. La aceptación de estas ideas supone admitir una datación bíblica de la historia del Tierra, frente a lo que llaman datación secular. Según ésta, todos los fósiles pertenecerían a un mismo momento histórico, puesto que todos fueron causados por el Diluvio. Esto supone que los seres humanos convivieron con los dinosaurios, dado que hombres y animales fueron creados juntos, al sexto día.
Por muy absurdo que nos pueda parecer la creencia en el relato de la convivencia entre dinosaurios y hombres lo cierto es que la cultura popular ha fantaseado a menudo con este imaginario. Es difícil encontrar a alguien que, de niño, no haya disfrutado con los Picapiedra. En esta serie de animación, desde los mismos títulos de crédito, se ve a Pedro que, al acabar su jornada laboral en la cantera, se baja de su grúa-dinosaurio y vuelve a casa donde le espera su mascota Dino. Del mismo modo, películas de ciencia-ficción que recrean el Viaje al Centro de la Tierra, como la de Juan Piquer Simón (1976), o islas perdidas, como La Tierra Olvidada por el Tiempo (1975), suelen incluir dinosaurios amenazadores. Sin olvidarnos de Jurassic Park (1993), que actualiza estas fantasías con la posibilidad de una reconstrucción genética a partir del ADN. Con este imaginario en la cabeza, no deberían sorprendernos las ilustraciones que aparecen en los libros divulgativos que el Museo de la Creación vende en su tienda y donde aparecen pacíficos dinosaurios en el Jardín del Edén. En ellas pueden reconocerse motivos clásicos de la historia del arte en torno a la representación del Paraíso, un escenario de vegetación plena, comida abundante y animales viviendo en armonía. En éste, una Eva, à la Gauguin, juega despreocupada con varios dinosaurios, que hacen las veces de pájaros, y los árboles están llenos de abundantes frutas tropicales. De carácter más popular es el diorama que representa un baño de Adán y Eva en un lago lleno de nenúfares, una imagen que recuerda a la conocida película El lago azul (1980).
De este modo, el arte y la cultura visual acompañan a la hora de dar cuerpo a esta ficción y suavizan el paso desde la creencia hacia su propia traducción de la realidad. Es interesante señalar que, al igual que en la mencionada imagen de las lupas, las mismas ilustraciones enfatizan el papel desempeñado por esta prótesis de visión, al mostrar unos posibles espectadores de estas escenas. Se trata de dos adolescentes que observan las recreaciones dibujadas con unas gafas de realidad virtual, dotando a la ilustración de una inquietante ambigüedad. Quizá, el objetivo último sea no renunciar a la posibilidad de reconciliar religión y ciencia, aunque solo sea en un plano imaginario. De hecho, en 2012 el porcentaje de estos creyentes estaba en un 46% (frente al mencionado 38% actual). Este descenso ha sido interpretado por algunos periodistas especializados, no tanto como una disminución de la fe, sino como un proceso de reconciliación entre fe y evolución. O.F.L.
Reflexiones en torno a los museos, los imaginarios y la ficción. Para complementarlas, se puede echar un vistazo a las Versiones.