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TIEMPO ROBADO

CRISTINA ZELICH

Re-apropiación

".... aquellas caprichosas y sorprendentes combinaciones de formas y efectos de luz.  [...]  No es posible dar un paso por los subterráneos sin llevar luz; suele servirse para esto el observador, de una bujía: pero lo más conveniente y apropiado al caso son los candiles de mina. Las cavidades de grandes dimensiones no pueden sin embargo observarse bien, sino mediante hachones de viento ó mejor, aunque menos económico, con la luz del alambre del metal llamado magnesio. Esta luz produce un efecto mágico y sorprendente en aquellos oscuros abismos..." Pedro Sampayo y Mariano Zuaznávar, Descripción con planos de la cueva llamada de Atapuerca, 1869.

 

En 1877 el alcalde de Valladolid, Miguel Iscar, encargó el proyecto de acondicionamiento del Campo Grande al arquitecto Ramón Oliva y al encargado de jardines Francisco Sabadell. El proyecto, basado en el concepto de jardín romántico, integraba elementos naturales y artificiales. En 1880 se inició la construcción de la cascada y la gruta que debía ser adornada con estalactitas y estalagmitas. En el mes de abril el director de obras, un francés, se acercó a Atapuerca para extraer de la cueva los elementos pétreos. (...) Algunas estalactitas y estalagmitas acabaron adornando la Cascada de las Sirenas del Parque de la Isla de Burgos. 

C.Z.   

 

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Cristina Zelich. Cultivar la mirada

 

Hablo con Cristina por teléfono, porque no hemos conseguido coincidir en la última etapa de la exposición. Repasamos el proceso que ha llevado a la obra final, bastante diferente de la idea original. En un primer momento, pensó realizar un herbario, un ámbito sobre el que está especialmente interesada. Me cuenta que hace tiempo encontró en El Rastro un herbario de una pareja que despertó su curiosidad. Por su contenido, cabía suponer que él era probablemente un diplomático y que era ella la hacía la colección, de forma amateur. En él estaban anotados los datos, fechas y lugares, que permitían seguir los viajes de la pareja, sobre todo a Canarias y Sudamérica. En algunas páginas, las plantas ya no existían, pero habían quedado sus huellas impresas. Esta característica indicial es compartida por los herbarios y la fotografía y creo que conecta con la inclinación de Cristina por la reflexión sobre el paso del tiempo y los gestos y rastros de la memoria.

 

El proyecto de realizar un herbario quedó, sin embargo, descartado, al caer en la cuenta de que el invierno no iba a ser la mejor estación. La idea de fotografiar detalles de los árboles en flor no iba a ser posible. Lo estacional y lo efímero iban esta vez en su contra. Tras abandonar otras líneas de investigación, como la de seguir el hilo del geólogo y paleontólogo Eduardo Hernández-Pacheco, sobre quien hizo una exposición recientemente, Cristina dio con una noticia en los boletines del Carex que llamó su atención. Se trataba de una información relativa a la construcción de la gruta del jardín del Campo Grande en Valladolid, proyecto para el que el alcalde de dicha ciudad había encargado buscar estalactitas y estalagmitas en Atapuerca. Junto con los herbarios, los jardines, también se encuentran entre sus intereses. Me cuenta que recientemente ha traducido Une brève histoire du jardin de Gilles Clément, un libro donde este conocido paisajista relata experiencias históricas y culturales en torno al jardín. Las tensiones que se establecen entre la naturaleza y su domesticación son un hilo conductor que atraviesa –creo– muchos de los proyectos de Cristina.

 

Y no sólo estas relaciones, sino cómo éstas se desarrollan a lo largo de la historia, mostrando las interpretaciones cambiantes sobre aquella. Al hilo de lo que va contando, me imagino a Cristina perdiéndose en las bibliotecas, esos otros yacimientos, y encontrando algunas joyas de las que re-apropiarse. Por ejemplo, al investigar sobre las estalactitas y estalagmitas de Atapuerca, encontró una publicación con una primera descripción geológica de las cuevas donde éstas eran descritas con textos e imágenes. Los textos, a medio camino entre la ciencia y la literatura, se expresan con metáforas arquitectónicas, aunando lo natural con lo artificial, para producir asombro y fascinación en la mente de sus lectores. De los grabados, me llama la atención la forma en que la luz de los candiles hace aparecer el interior de la cueva, iluminando unas partes y dejando otras en la sombra: Le comento que es como si su mirada de fotógrafa se proyectase inadvertidamente sobre estas imágenes. O.F.L.

 

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