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TIEMPO DE ESPERA

JAIME VALLAURE

Años y años

Un trabajo site-specific

 

Antes del tiempo, cuando no había referentes, cuando todo imposibilitaba la arqueología o la genealogía, la superioridad de la piedra era absoluta. Sin hombres que hagan posible la realidad por tener consciencia de ella, la geología impone una duración inconcebible, una eternidad encarnada, una inmortalidad aprisionada en formas mudas, temibles, mudas.

 

Estética del polo norte

Michel Onfray

 

Tal parece como si mi último empeño fuera hacer hablar a la piedra, dotarle de una pseudo conciencia a través de la mano humana para permitirle atravesar esa eternidad y aterrizar de golpe en el presente. Tengo la sospecha desde hace años que nuestro futuro es incapaz de responder a nada ni nadie sencillamente por estar agotado, seco, yermo, estéril e infecundo. Se impone dar la vuelta entonces y mirar al pasado como si del futuro se tratara. Un pasado por escribir, por relatar, por masticar, incómodo e indigesto. Un pasado desde donde llega arrojado un proyectil que nos conmociona, despierta, aturde, alumbrando una nueva conciencia sobre este presente nuestro eternamente incierto.

J.V.

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Jaime Vallaure. De piedras y pedradas

Jaime pone encima de la mesa el libro Estética del polo norte de Michel Onfray, un libro que, al igual que de modo más pedestre este blog, se organiza en torno a la adjetivación de los tiempos. Estamos sentados en el salón de su casa, rodeados de unos estupendos muebles de madera y le pregunto sobre ellos. Me cuenta que son de sus abuelos. Mucha de nuestra conversación va a centrarse en lo que nos viene del pasado. Pueden ser herencias y recuerdos, elementos olvidados o evitados, apartados del camino, separados de nuestras vidas. Pero también pueden ser proyectiles que vienen de un tiempo pretérito para abrirnos la cabeza. Los pasados están al acecho, esperando que nos pongamos a tiro para lanzarnos un pedrusco o un guijarro. Algo así como caernos del caballo y tener una gracia tumbativa. El presentismo en el que vivimos necesita de un impacto que nos despierte, de una piedra que rompa el espejo.

 

Comentamos sobre este presentismo en el que parecen vivir muchos jóvenes. La experiencia del presente, o la sensación de que se impone una conectividad intensa, constante e ilimitada, en detrimento de las relaciones con un pasado que se siente como una losa y con un futuro, que no existe o del que se sospecha. Apunto: “La historia está en entredicho”. Los estudios de memoria han explorado en los últimos años algunos fenómenos como la obsesión por un paradójico memorialismo que quiere conservarlo todo, derivado de la sensación de una aceleración de la historia que parece interrumpir la continuidad histórica. De esta percepción también surge lo que se ha definido como autonomización del presente, una concepción del mismo que lo emancipa y que supone una ruptura de su función de puente entre el pasado y el futuro. Romper estas amarras temporales dificulta la posibilidad de proyectar el futuro a partir de una interpretación del pasado, ya sea para regresar a él, para evolucionar, o para transformarlo. Quizá no sea presentismo, sino que tan solo padezcamos una grave presentitis y necesitemos repensar estas relaciones. Dice Jaime que él tiene la sospecha de que el pasado es el futuro y el futuro, el pasado. La intuición debe ser buena, porque muchas de sus obras y acciones están atravesadas de ese hilo que pone en conexión diversos tiempos.

 

Las piedras vienen una y otra vez a nuestra conversación. Resisten. Insisten. Nos esperan. Hagamos lo que hagamos, una piedra nos está esperando. Miles, millones, billones de años de espera. Ceros y ceros: todos los que quepan. Años y años de espera: todos los que hagan falta. Bebemos, hablamos, comemos, y tocamos algunas piedras. Comentamos sus masas, su gravedad, sus dimensiones, sus formas, su materia, su trabajo, su geología y su estética. De su estética no hablamos tanto, la verdad. Nos centramos en lo que pesan, en lo que cuesta moverlas, en cómo convivir con una, en cómo se usan, en su (in)capacidad de interpelarnos, en los vínculos que generan. Acabamos hablando de “lo lapidario”, esa frase que te tapa la boca, que cierra la conversación. La frase-tumba. Esto nos lleva por otros derroteros, los de su proyecto anterior, Lapidum, con su comunidad sanguínea, o del giro que ha surgido en medio del proceso, la necesidad de hacerse cargo de las incomodidades prácticas de lo eterno. Hablamos de las flores. O.F.L

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